GONZÁLEZ PEDRERO Y CÁRDENAS: UNA PRUDENTE LECCIÓN DEL PODER

 Escala Crítica/Columna diaria

*La gente desea y merece que se le dedique una porción de tiempo
*En asuntos públicos: el contacto con la realidad y con los semejantes
*Necesario formar mejores servidores públicos, más comprometidos
 
Víctor M. Sámano Labastida
HABÍA escuchado de propia voz de Enrique González Pedrero aquella “prudente lección” que siendo joven recibió del General Lázaro Cárdenas del Río. En ocasión del reconocimiento que le entregó el Instituto de Administración Pública (IAP-Tabasco), el ex gobernador compartió con los asistentes esa experiencia que me parece debe ser conocida y revisitada por el mayor número de ciudadanos. En especial de quienes están dedicados a la política y tienen alguna responsabilidad institucional. 

Contó el también ex director de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, autor de más de diez libros y numerosos ensayos: 
HUELLAS EN LA MEMORIA
“VOY A RELATAR a ustedes, con brevedad, una historia que me parece que viene al caso –dijo González Pedrero-: de joven, gracias a don Luis Quintanilla, quien era profesor de la Escuela Nacional de Ciencias Políticas, de la cual yo también formaba parte, tuve la fortuna de conocer a don Lázaro Cárdenas, y más afortunado fui todavía al ser invitado tiempo después por don Lázaro, en la época en que surgía el Movimiento de Liberación Nacional, para acompañarlo en uno de los recorridos que acostumbraba hacer por el país, para ir con él, esta vez por su tierra. Cuando el general llegaba a alguna población, gustaba de caminar por sus calles como cualquier “ciudadano de a pie” y, naturalmente, pronto se corría la voz, y enterada la población de su presencia, al llegar el general a la plaza principal, la gente ya se había concentrado para estrecharle la mano y conversar con él unos instantes. Las personas que lo saludaban aprovechaban la oportunidad para comentar con él los problemas y las necesidades del lugar, y el conductor del auto  –creo recordar que se llamaba Valente–  se convertía en secretario y tomaba nota de los interlocutores: nombre, dirección y el asunto tratado. Estando cerca de don Lázaro y oyendo lo que las personas que lo iban saludando le planteaban, le comenté luego:   
“–Mi general, cuando usted era Presidente de la República podía resolver directamente los problemas que se le presentaban, pero ahora la situación es diferente. Su respuesta fue muy clara:   
“–Todavía tenemos muchos amigos que colaboran en la solución de los asuntos que se me tratan. Pero con solución o sin ella, siempre les escribo a mis interlocutores dándoles cuenta de la gestión realizada. Naturalmente, cuando la respuesta era positiva, la gente quedaba satisfecha y agradecida. Pero, aun cuando no era así, la carta siempre era bien recibida, pues probaba que el asunto no había sido echado en saco roto y que uno se había preocupado por intentar resolverlo. A fin de cuentas, lo que la gente desea es que les dediques una porción de tu tiempo, que los tomes en cuenta, que los hagas parte de tus preocupaciones y de tus ocupaciones.
LA PRÁCTICA, COMO ESCUELA
 
“AQUELLA prudente lección me enseñó tanto como mis lecturas de los clásicos griegos, de Maquiavelo, de Hobbes, de Rousseau… y como las lecciones de mis maestros: don Manuel Pedroso, don Mario de la Cueva, don Jesús Reyes Heroles, todos ellos profesores de la Facultad de Derecho de la UNAM, de los que aprendí, tanto en la cátedra como, sobre todo, en la vida de todos los días. En la Polis   –decían los griegos–   son indispensables  logos y praxis.
“Desde entonces me acostumbré, más que a hablar   –que sólo lo hacía cuando era indispensable, a escuchar, a preguntar, a enterarme de lo que pensaban mis semejantes. Ahora, a estas alturas de la vida, aprendo a observar a fondo, a meditar, a reflexionar y a dialogar conmigo mismo.  Y,  sobre todo, a callar…
“En cuanto a la administración, más que en los libros, que fueron un excelente comienzo, aprendí en la práctica de los asuntos públicos, con la experiencia, en el contacto con la realidad y con mis semejantes. Y en aquella inolvidable y sabia lección de don Lázaro Cárdenas”.
OTRA ENSEÑANZA
VOLVIMOS a recordar esa “prudente lección” ayer por la mañana. Y a esa experiencia añadió otra que también es lección de vida. Contó a sus interlocutores que alguna vez Don Jesús Reyes Heroles le sugirió leer El Príncipe de Maquiavelo todos los años y en diferente ejemplar. ¿Por qué? En el entendido de que se lee un libro como ese clásico con el lápiz o bolígrafo en la mano para hacer anotaciones, Reyes Heroles recomendaba revisar con posterioridad lo que uno había escrito en los márgenes. “Entonces se comprenderá –decía palabras más, palabras menos-, todo lo que uno ha cambiado. Observará que con los años se transforma uno como lector. Es como un espejo”. Una forma de conocimiento de sí  mismo.
A esta lección podríamos añadir que no sólo ocurre con libros como El Príncipe de Maquiavelo: seleccione el lector algún libro que lo haya sacudido, que le “haya llegado” como se dice, y haga sus anotaciones (podría ser en un cuaderno, si no se tienen recursos para comprar cada vez otro ejemplar) para compararlas con la lección que con el paso de los años deja esta lectura. Esa conversación privilegiada que es el acercamiento a lo escrito.
UN HECHO HISTÓRICO
FUE EL GOBERNADOR Arturo Núñez quien entregó la presea que otorgó el IAP a González Pedrero. Observo que ocurrió una circunstancia inusual: un gobernador en funciones (Núñez), entregó una distinción un ex gobernador (González Pedrero) que lleva el nombre de otro ex gobernador (Mario Trujillo García). Es un hecho histórico, me comentó Jorge Abdó. 
También recibieron el Premio de Administración Pública 2016 el ex secretario de Educación Pública Miguel Limón Rojas, el investigador Jorge Priego Martínez y el Sistema DIF Tabasco que encabeza la profesora Martha Lilia López por el programa Cambia tu Tiempo ; la Universidad Tecnológica de Tabasco, que dirige Fernando Calzada Falcón, obtuvo mención honorífica.
Núñez destacó no sólo la importancia de los premiados, sino también el trabajo del IAP en la formación de mejores servidores para la administración pública, porque “en estos tiempos de vértigo, necesitamos reforzar los valores”.
El IAP en Tabasco fue establecido en 1973, siendo gobernador Mario  Trujillo. Tiene razón el presidente del IAP, Ángel Solís Carballo: es determinante promover el crecimiento profesional y elevar la calidad de las instituciones y del servicio público. La complejidad de las demandas de la administración pública y las crecientes demandas de la población, frente a los limitados recursos materiales, así lo exigen. (vmsamano@yahoo.com.mx)
 

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