INSEGURIDAD, DELITO, DESCONFIANZA; LA CORRUPCIÓN BAJO REFLECTORES

 Escala Crítica/Columna diaria

*Ausencias: qué es primero, ¿el delito o la inseguridad?
*La “mordida” micro: los otros impuestos que empobrecen
*Lógica popular: barrer escaleras de arriba abajo, no al revés
 
Víctor M. Sámano Labastida
 
LA INSEGURIDAD fue tema dominante en el año que termina. Lo ha sido desde hace por lo menos una década, convertido en asunto político-policiaco. La inseguridad está relacionada estrechamente con la corrupción, otra expresión de la delincuencia; pero también inseguridad y corrupción son factores que determinan la falta de confianza. Eslabones de una misma cadena, los gobernantes no han sabido o no han querido aplicar una fórmula para romper el ciclo.

El Banco Interamericano de Desarrollo (BID), sostiene que la corrupción y la inseguridad ciudadana están íntimamente relacionadas. Reconoció que “la criminalidad se vale de la corrupción para lograr el apoyo de las autoridades para continuar con sus actividades delictivas”. Es un hecho aceptado por las autoridades que hay desvío de recursos y corrupción en los programas y el personal policiaco. Existen excepciones, claro.
La corrupción genera inseguridad y ésta desconfianza. Cuando se busca atacar la corrupción o la inseguridad se criminaliza a la gente de a pie. El dicho popular expresa que las escaleras se barren de arriba hacia abajo.
Antes que la corrupción macroeconómica, veamos una pregunta clave de la corrupción micro: ¿Cuál es su impacto en el bolsillo de las personas? Esto ha sido investigado por las organizaciones ciudadanas “Transparencia Mexicana” y “Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad”.
He aquí los datos de sangría a los bolsillos, porque la corrupción empobrece más a los más pobres: “En 2007 un pago extraoficial o ‘mordida’ costó a los hogares mexicanos un promedio de 138 pesos mientras que en 2010 se elevó a 165. En 2015, la mordida costó en promedio 195 pesos. Por otra parte, en 2007 el costo para acceder o facilitar trámites y servicios públicos fue de 27 mil millones de pesos, mientras que en 2010 se destinaron 32 mil millones de pesos a las mordidas. En 2015, la cifra llegó a 35 mil millones de pesos”. Señalemos que no se aclara cuántas ‘mordidas’ al año paga un mexicano, aunque el desglose en miles de millones de pesos ofrece un norte: la corrupción micro es perro bravo que muerde más a los más pobres.
Continúa el desglose: “Más impresionante resulta la cifra del monto promedio anual del ingreso que los hogares destinan a pagar actos de corrupción: 14% en los hogares mexicanos en general y 33% para los hogares que perciben un salario mínimo. (…) Es decir, la corrupción representa un impuesto regresivo considerable”. Esto cala: no basta con el pago oficial de impuestos; hay que pagar el impuesto ‘corrupción’ a las autoridades, y en otros casos un ‘derecho de piso’ al crimen organizado. El peor de los mundos posibles.    
 
SOMBRAS NADA MÁS
 
ESCRIBE María Amparo Casar (Nexos, noviembre 2016): “La corrupción es condenable no sólo porque revela la falta de ética de gobernantes y gobernados o porque es un ejemplo de la ilegalidad en la que se vive. Es un lastre también por los enormes costos económicos, políticos y sociales que ocasiona en los países que la padecen como un hábito cotidiano, como una práctica ‘normal’ o ‘natural’ en las transacciones de la vida diaria, de los negocios y del trato con los servidores públicos”. Corrupción multidimensional, lastre material. 
No es casualidad un dato del Fondo Monetario Internacional (FMI): “Entre 138 países, México ocupa el lugar 125 en desvío de recursos públicos y 124 en favoritismo por decisiones de funcionarios de gobierno”. En el último vagón, corrupción como marca registrada del país.
Y el tiro de gracia: “Al final es siempre el ciudadano o el consumidor el que paga por la corrupción”. Se anota que entre los efectos más dañinos de la corrupción en México están los de carácter económico, pero la seguridad pierde más. Hemos ofrecido algunos datos disponibles a nivel micro, pero hay un funcionamiento a trasmano, que no puede cuantificarse con facilidad. 
Casar explica: “Al ser un fenómeno ilegal y elusivo, tanto los costos directos como los indirectos de la corrupción son difíciles de calcular. Entre los primeros están el dinero que los ciudadanos comunes o las empresas deben destinar a pagos de sobornos; la enorme cantidad de recursos públicos de los programas sociales que se pierden en el camino de los intermediarios”. 
¿Qué hacer? Medir las percepciones. Por ejemplo, en una encuesta internacional sobre sobre corrupción (Banco Mundial) los empresarios mexicanos colocan el combate a la corrupción como la principal variable para mejorar la competitividad con 90% de las menciones, y no sorprende que en los dos últimos años esta opinión haya crecido más de 10% y que se sitúe por encima de la inseguridad, que recibe 73% de menciones.
 
CIFRAS Y COSTOS EN EL ESPEJO DEL PIB        
 
A NIVEL internacional, plantea Casar, hay datos más transparentes: “existe una amplia literatura sobre los efectos económicos de la corrupción: inhibe la inversión,  reduce la productividad del gasto público, distorsiona la asignación de recursos, profundiza la desigualdad y mina el potencial de crecimiento”. 
Daniel Kaufmann estimó para el FMI que a nivel internacional los costos económicos de los sobornos oscilaron entre 1.5 y dos billones de dólares en 2015, cantidad equivalente a 2% del Producto Interno Bruto (PIB) mundial. ¿Y cuánto del PIB nacional se va en corrupción? He aquí la respuesta de Casar: “Ary Naim, gerente general para México de la Corporación Financiera Internacional, miembro del Grupo del Banco Mundial, señaló que la corrupción equivale a 9% del PIB. La OEA apunta que la corrupción en México cuesta relativamente cinco veces más que a nivel mundial y la sitúa en 10% del PIB nacional. Por su parte, El Centro de Estudios Económicos del Sector Privado (CEESP) sostiene que la corrupción le cuesta a nuestro país cerca de 1.5 billones de pesos, equivalente a 10% del PIB. Finalmente, México ¿Cómo Vamos? sitúa la cifra en 341 mil millones de pesos al año que corresponde aproximadamente a 2% del PIB nacional”. 
Cuatro fuentes, de las cuales una mexicana difiere bastante, por 5 veces menos. López Obrador, cuyo tema recurrente es la corrupción, calcula que nos cuesta 500 mil millones de pesos anuales. Las cifras de tres fuentes se van al triple. Hay que aclarar estas sombras.  (vmsamano@yahoo.com.mx)                 
 

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