EL GASOLINAZO Y LOS GOBERNADORES; ECONOMÍA DE LOS TIEMPOS POLÍTICOS

 Escala Crítica/Columna diaria

*Ejercer el federalismo para evitar una crisis nacional desde el centro
*Los cálculos electorales, los aumentos y los impuestos en la sombra
*Proteger el 2018 presidencial: método de apretar ahora, olvidar después
 
Víctor M. Sámano Labastida
 
REGRESÓ Luis Videgaray, ahora como jefe de la diplomacia mexicana hacia el exterior. Lo que en realidad necesita Enrique Peña Nieto es un diplomático para el interior, un negociador que concilie frente a lo que se ve venir. Se confirma que el lunes los gobernadores de todo el país tendrán un encuentro con el secretario de Hacienda y otros representantes del gobierno federal. Es una cita que tenía que ser previa al llamado “supergasolinazo”. Una medida de este tipo no debe ignorar al sistema federado. Las consecuencias afectan a las finanzas gubernamentales y a la sociedad. El presidente Peña Nieto tenía que haber consultado a los gobernadores y alcaldes.

Ayer el Presidente intentó aplacar los reclamos con un mensaje y aseguró que adelantar el aumento y la liberación de precios en las gasolinas, fue “justamente para proteger la economía de las familias”. No son las reformas, insisten los portavoces oficiales. Se dijo en este y otros espacios: desaparecer a Pemex como paraestatal y convertirla en una empresa que competiría en el mercado traería esta y otras consecuencias. Lo mismo sucederá con la electricidad.
Ahora los gobernadores deben asumir su liderazgo y buscar un plan de emergencia. Aunque reconocen que los aumentos a las gasolinas son parte del paquete del presupuesto aprobado, tienen que buscar mecanismos para atender el reclamo popular. El método de eliminación de subsidios golpea a la población más pobre.
 
UN DISCURSO SIN CONVENCER
EN CUALQUIER medida económica, los tiempos para su aplicación son estratégicos y decisivos. El ‘timing’ político de cualquier aumento le otorga una explosividad social. Por supuesto, el problema es que a veces los tiempos políticos se imponen a la racionalidad económica. En el “supergasolinazo” de todos tan temido, observamos que las decisiones gubernamentales marchan conforme a un reloj de conveniencia partidista: el partido instalado en el gobierno federal aplica el costo de oportunidad en las decisiones públicas. En pocas palabras: no se entiende bien a bien cuál es el beneficio nacional del gasolinazo. No se ve por ninguna parte. 
El secretario de Hacienda, José Antonio Meade, afirma que así se podrán utilizar 200 mil millones de pesos para programas sociales. No queda claro, en cambio, cuánto dinero se irá en 2017 de los bolsillos populares, por el gasolinazo y subsecuentes alzas de precio en productos, bienes y servicios. Es lo que viene, aunque Meade enfatice que “se han salvado algunos programas sociales”.        
El gasolinazo ha puesto al país en ebullición, con protestas en 23 estados, con las redes virtuales en rebeldía y alerta máxima, movilidad en redes sociales, con los empresarios publicando desplegados que arrojan información crítica y significativa sobre el precio de la gasolina en México, con la oposición en busca ventaja política para llamar a cuentas al Presidente y su secretario de Hacienda. En suma con una decisión económica muchas cosas se echó encima el propio gobierno: ¿por qué un gobierno desgastado elige desgastarse más? 
La respuesta parece estar en los tiempos políticos para aplicar medidas altamente impopulares, como el gasolinazo. El 2017 no es año de elecciones presidenciales. Por tanto, los ajustes económicos dolorosos se tienen que realizar ahora, no en 2018. Cualquier medicina amarga aplicada en temporada presidencial sería dinamita para el gobierno. De ahí que el ´timing´ político de 2017 se considere adecuado para que se desaten las críticas, y no a comienzos del 2018. El gobierno de Peña se arriesga ahora y se decide por el aumento al precio del combustible, porque se trata de la única ventana temporal que le queda antes de cuadrar cuentas y ofrecer una mejor imagen cuando sean las elecciones presidenciales.
Bajo esta perspectiva, la motivación del gobierno federal encierra un cálculo político para aguantar críticas económicas que en 2017 supone manejables. En 2018, esas críticas serían insoportables y marcarían un triunfo seguro de la oposición, sea morenista, panista/perredista o de extracción independiente.
Así pues, con el calendario político hemos topado y se ha decidido ‘agitar’ al país cuando todavía existe un pequeño margen de error. En 2018, no habrá es margen para Peña y la pretendida continuidad de su proyecto de gobierno.
ECONOMÍA EMPRESARIAL, ECONOSUYA
LA CLASE empresarial invierte, se arriesga y espera resultados. Dentro de esa clase empresarial, algunos corrompen a los gobernantes en turno. Más allá de los buenos deseos y los vicios inconfesables, la productividad y la ganancia mandan. Son los parámetros, porque los empresarios no pierden, al menos en la planeación de sus ambiciones. 
En un desplegado de la COPARMEX, se manejó el siguiente dato: 40% del precio por litro de la gasolina en México se basa en impuestos. Es decir: son impuestos que no existen a nivel internacional. Los empresarios apuntan que esos impuestos pudieran revisarse en el Congreso de la Unión y disminuir. Es casi la mitad del precio total. Curioso: desde el gobierno se habla de adecuarse a los precios internacionales de combustible, pero no mencionan los impuestos que aquí, en exclusiva mundial, conforman el 40% del precio de la gasolina que se vende.         
La clase empresarial mexicana tiene, de todos modos, un problema: explicar por qué critican a destiempo esos impuestos. Existían al iniciar el sexenio de Peña: ¿por qué no lo incluyeron antes en la agenda nacional? Tuvieron que sentir el agua al cuello para entonces plantear la disminución de impuestos al combustible. Observaron el delicado panorama de la economía 2017 y ahora sí se preocupan por la econosuya: una economía subterránea que determina los movimientos en la superficie. Una relación entre empresarios y políticos tan misteriosa que merece ser documentada.    
Dos corazones laten en la clase empresarial: azul y tricolor (no por la bandera). Ambos corazones tienen interés estratégico de proyecto de gobierno basado en la economía de mercado, con énfasis en virtudes de la iniciativa privada. Es  simbiosis con desarrollo histórico de dos siglos. ¿Hay lugar para un tercer corazón? Sería el reto de una izquierda con visión social. El gasolinazo puede ser lugar de encuentro. (vmsamano@yahoo.com.mx)                 
 

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