Gasolinas e ideas: sociedad moderna y antivalores; cosas antes que personas

 Escala Crítica/Columna diaria

* Corto plazo y largo plazo: la  necesidad de pensar, o de ahogarse 
* La ganancia, reina del sistema económico; unos pocos toman todo 
* El humano vuelto mercancía; prefieren consumidores que ciudadanos
 
Víctor M. Sámano Labastida
 
INSTALADOS en el corto plazo, no hay manera de pensar con claridad. Los problemas inmediatos, a consignar periodísticamente, abruman por su peso y cantidad. Nublan cualquier análisis de largo plazo. De nueva cuenta, la encrucijada económico/política de México nos pone frente al peligro de una explosión social.  Ante el riesgo de estallido, vamos día a día sin ánimo de pensar más cosas, levantar la cabeza y observar el panorama de mediano y largo plazo. Además, resulta evidente una campaña de miedo, que no es lo mismo que intentar entender el entorno.

El Presidente Enrique Peña Nieto, en mensajes públicos recientes, afirmó que comprende la molestia de la población por el gasolinazo, pero que está “seguro de actuar así por el bien de las familias y cuidar su economía”. Y con gran prisa política, Peña se sacó de la manga un Acuerdo para el Fortalecimiento Económico y la Protección de la Economía Familiar. “Una semana antes, ese acuerdo no estaba en su mente”, escribió Raymundo Rivapalacio. Algunos solidarios con Los Pinos sostienen que conocían desde hace varias semanas las propuestas y que incluso participaron en su elaboración. Es el caso del Consejo Coordinador Empresarial y los banqueros.
La poderosa Coparmex –que agrupa a más de 30 mil empresas- no firmó el acuerdo, que juzgó “improvisado e insuficiente, sin metas medibles”. De qué tamaño es la molestia empresarial, como para negarse a firmar. No hay precedente histórico, salvo aquellos choques frontales con Luis Echeverría y sus reservas ante el Pacto de Ernesto Zedillo en 1995. Vientos del corto plazo que soplan en México: la ausencia de liderazgo de Peña es proporcional a sus peticiones de unidad (9 veces en un mes y lo que falta) y su anhelo de consenso (la palabra más repetida en sus mensajes). 
En primera instancia, la Coparmex, la Conago (menos los gobernadores de Hidalgo y Querétaro), la oposición política se negaron a extender un cheque en blanco. Hay quienes lo hacen sólo de manera formal para no enemistarse con Peña. Existe responsabilidad para evaluar la situación y, al mismo tiempo, presión política hacia un gobierno desgastado.  
Mientras el corto plazo se tensa como arco, miremos el largo plazo.
 
“LA HERMANA DE LA GANANCIA”
 
DIJO León Tolstoi que “la hermana de la ganancia es la pérdida”, una frase que refleja el sentir del siglo XIX: cuando hay ganancia en un lado, alguien pierde en otro. La economía clásica se ilusionaba con un capitalismo idílico de ganar-ganar, pero quienes vivieron ese proceso fueron realistas. La famosa “mano invisible del mercado”, se volvió “mano inservible” para los de abajo. Por ello, lo que debe discutirse es la orientación global de la sociedad moderna. Vamos en ese barco.
Porque vale la pena detenerse a reflexionar, en medio del torbellino de declaraciones y miedos, un punto de partida que quiero compartir con el lector son ideas sobre la sociedad industrial del alemán Erich Fromm (1900-1980), que vivió y enseñó 25 años en nuestro país, honor académico que se tradujo en libros ya clásicos.                   
Fromm convierte marxismo y psicoanálisis en humanismo analítico, una forma crítica y sensible de visualizar el mundo contemporáneo fascinado por la tecnología. Bajo esta perspectiva, existe en la sociedad industrial una abundancia superflua que depende de una regla intocable: “Máxima producción y máximo consumo”. Además, sin detenerse en la satisfacción de necesidades humanas básicas, la sociedad industrial produce nuevas necesidades: “al hombre se le señalan sus deseos, a través de formas audaces de publicidad y marketing. La abundancia superflua genera entonces un ser humano vacío”. Estas reflexiones fueron adoptadas por los críticos del consumismo.
Como resumen de los antivalores de la sociedad industrial, Fromm elige una frase de Ralph Emerson: “Las cosas cabalgan al hombre”. Esto ocurre a medida que la producción material se tecnifica y la finalidad del sistema olvida dimensiones humanas: ¿Por qué acumular y acumular, mientras las cosas –productos, servicios- no llegan a todos?  Carlos Marx lo dijo de otra manera: las cosas se humanizan y el hombre se cosifica.               
Fromm escribió en pregunta (1970): ¿Hemos de producir gente enferma para tener una economía sana? No encuentro mejor descripción para el dilema que el gasolinazo ha planteado al país: para cuadrar las cuentas de la macroeconomía, se elige alterar la vida cotidiana de miles de familias. No aumentarán de precio los productos básicos, se afirma engañosamente. Ahora, con la gasolina al fuego, se jura que un nuevo acuerdo nacional lo arreglará todo, pero la situación no ha cambiado, los ánimos siguen caldeados y la indignación se acumula. Como lo dijo alguna vez el francés Daniel Pennac: “Estadísticamente, todo se explica. Personalmente, todo se complica”. Así vamos, un enero explosivo.
ANTIVALORES DE LESA HUMANIDAD
LO QUE APARECE de fondo, repetimos, es cómo funciona la sociedad industrial moderna. Los antivalores que señala Fromm son cinco: un dominio/abuso de la naturaleza; una feroz competencia que, si bien incrementa la productividad, destroza la ética; una explotación del sujeto humano por el sujeto humano (el lobo del hombre); un sistema económico sustentado en la ganancia; una pérdida de la empatía y de capacidad para el sufrimiento.
Es claro que esta suma de antivalores produce en la sociedad humana un eclipse de la convivencia y el bienestar. También, que cada antivalor tiene su reverso. Me detengo sólo en los últimos dos: la ganancia como eje del sistema económico, y la pérdida de empatía y de capacidad para el sufrimiento.
La ganancia lo define todo y, con ello, se pierde contacto humano en la relación social. Tolstoi lo sabía: para que alguien gane, alguien tiene que perder. Fromm plantea que ahora nadie cuestiona ese funcionamiento económico que lo despersonaliza todo, “aunque los vendedores de los centros comerciales nos reciban siempre con una sonrisa”. Sonrisa de fachada.
Sobre la empatía y el sufrimiento: un sistema que lo apuesta todo al placer, evita plantear esfuerzos y sufrimientos. “Ahora casi nadie está consciente de sufrir, aunque es la única experiencia verdaderamente universal del ser humano”. El sistema hace agua, el individuo se ahoga. (vmsamano@yahoo.com.mx)                 
 

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