México, liderazgos y crisis política; poder sin sacrifico, tendencia moderna

 Escala Crítica/Columna diaria

*La pérdida de autoridad, falta de acciones de respeto e identidad
*La lección de Hungría: la dignidad de Nagy para ganar la libertad 
*Preocupa a partidos la pérdida de credibilidad, pero ¿los ocupará?
Víctor M. Sámano Labastida
 
LAS PERSONAS o los partidos, los particulares o las instituciones. Otra vez el dilema que se presenta en la ya inminente batalla electoral. Lo invito a asomarnos hoy al tema del liderazgo político en México. Lo importante son las personas, nos dicen quienes no asumen la responsabilidad con un partido; en cambio, muchos de quienes hallaron en los institutos políticos un cobijo seguro a sus aspiraciones sostienen lo contrario. 

Bien haríamos en preguntarnos: ¿quiénes son los líderes del siglo XXI?, ¿en dónde están y qué valores los definen, qué proyecto de país defienden?, ¿con quiénes se identifica la población ciudadana?, ¿qué pasa en México y su clase dirigente?, ¿hay líderes con tamaño de estadistas, o líderes que influyen pero no tienen una meta social clara? Las respuestas a la mano son frágiles y huidizas, marcadas por la incertidumbre.      
Exploremos un aspecto de la ausencia o fragilidad de liderazgos políticos y sociales en México. 
 
FALTA DE RESPETO: AGUJERO NEGRO 
 
Veamos el contexto. Así como la familia ha experimentado cambios profundos en la época moderna, la sociedad no escapa de transformaciones que comienzan silenciosamente en su núcleo. La principal transformación tiene que ver con el respeto. La noción de  respeto depende de dos factores: el respeto que se gana con acciones y el respeto por el afecto que une. En la familia, buena parte del respeto se perdió cuando las acciones de protección y cuidado brillaron por su ausencia. Los hijos dejaron de respetar a sus padres y, en muchos casos, la desintegración del matrimonio obró en esa dirección. 
Una teoría indica que los divorcios multiplicaron la falta de respeto. Desde la visión del hijo fragmentado: ¿Cómo respetar al padre o la madre ausente, con quien se convive pocas veces al año? Doble déficit: ni las acciones responsables que ganaban el respeto, ni el afecto que se cultiva y se fortalece día a día.
A nivel social, quizás se presenta la misma falta de respeto que repite el mecanismo descrito en la familia: ni el respeto que se gana con acciones de protección y cuidado, ni el respeto por una noción de identidad cultural o política que une. Los políticos son ‘padres divorciados’, que atienden a sus hijos (ciudadanos abandonados) pocas veces al año, sólo en temporada electoral o por algún objetivo determinado. 
Paternalismos aparte, desde ese desencuentro, la falta de respeto campea: los ciudadanos no ven a los políticos preocuparse por su vida cotidiana, lo que genera un distanciamiento mayúsculo e incluso –en casos especiales- resentimiento social que equivale a la burla o el linchamiento. En México, los ciudadanos no eran ariscos. Los políticos tensaron la cuerda del desapego y el cinismo a tal grado que ahora se les volteó el chirrión por el palito. Nunca, en las estadísticas contemporáneas, un Presidente de la República había tenido una aprobación del 12 por ciento.      
Los liderazgos sociales y políticos tienen que recuperar la noción de respeto. Para ello, deberían cambiar sus formas de comunicación con los ciudadanos. Millones de spots televisivos y radiofónicos con propaganda no conducen a nada. Eso es lo que hay, y no refleja respeto por la ciudadanía, tratada como menor de edad. Dicho de paso nos hace falta una libertad responsable.    
 
HUNGRÍA, LÍDER DESDE EL SILENCIO          
 
“Conocí hace tiempo a un hombre que fue ahorcado. O mejor dicho, caminé un rato a su lado por la Avenida Rakóczi de Budapest en la primavera de 1956. Fui de los primeros en reconocer al corpulento caballero de bigote campesino, que paseaba al sol, y por esto pude quedarme cerca de él en la acera; los que llegaron unos minutos después sólo pudieron encontrar sitio en la calzada. Pronto había tanta gente intentando seguirle que llenaba toda la avenida. Era una ocasión típicamente húngara, la versión de Budapest de un desfile triunfal: vítores silenciosos a un hombre caído en desgracia”. Estas líneas de Stephen Vizinczey  describen el liderazgo surgido de las entrañas culturales de un país: la lucha por la libertad ante enemigos más poderosos. 
Imre Nagy, gobernante de Hungría, fue ahorcado por rebelarse ante las órdenes del imperio soviético (1958). Sus restos no fueron mostrados y no hubo entierro formal. El poder soviético le retiró sin más de la vida pública, pero no del afecto de su pueblo.
El liderazgo de Nagy se manejó con acciones éticas: no traicionar un mandato popular y defender la soberanía de un país. Así triunfó en la derrota y el silencio. Es el respeto por uno mismo y por una idea compartida, lo que construye el respeto social. Y son los demás, no uno mismo, quienes miden el respeto que alguien puede mostrar por su comunidad. 
Esta noción de liderazgo silencioso, a partir de acciones por la dignidad de un país, vuelve especial el caso de Imre Nagy, quien resistió por la pequeña Hungría las embestidas soviéticas. Eso le costó la vida, no la libertad. O mejor: enseñó caminos de libertad a su pueblo, que en 1989 recuperó sus restos y danzó una tardía victoria en su memoria.       
La pregunta es: ¿tenemos ese tipo de liderazgo en México, para los días que corren con el imprevisible Donald Trump en la Casa Blanca y su muro cultural? La pregunta, por ahora, carece de respuesta. O necesita más tiempo para responderse. O es frágil, huidiza e incierta. Aunque también, más que liderazgos individuales –muchas veces sujetos al temperamento, los afectos o desafectos-, la mayoría del pueblo requiera una idea de país que lo aglutine. Una unidad creativa sin unanimidad paralizante. 
AL MARGEN
EN 1987 el PRI, registró una de sus mayores escisiones. La denominada Corriente Crítica encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas planteó la selección democrática del candidato a la Presidencia de la República por ese partido y la recuperación de los postulados de la Revolución Mexicana. Un bloque dominante, conocido como “los tecnócratas”, se instaló en las decisiones fundamentales del gobierno. 
Ahora la “expresión” autodenominada Democracia Interna plantea más o menos los mismos objetivos y su promotor más visible es Ulises Ruiz. En su recorrido por el país ayer estuvo en Tabasco para medir el terreno. ¿Hay otra ruptura en puerta? 
(vmsamano@yahoo.com.mx)            
 

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