PAN, PRD y Morena: alianzas opositoras, contra quién o a favor de qué; confusiones

 Escala Crítica/Columna diaria

*Barrales y Anaya aceleran el reacomodo de sus corrientes
*Hasta la fecha, hay saldo negativo para los solaztequistas
*Las coaliciones “contra el PRI” entraron en una nueva etapa
 
Víctor M. Sámano Labastida
 
DE LOS CUATRO gobernantes que el PRD tiene actualmente en el país –o que se reconocen como perredistas- ninguno surgió de alguna alianza con el PAN. Los más optimistas dicen que cuando los perredistas se han aliado al panismo ha sido por “un objetivo superior”, los más pesimistas ven al solaztequismo sacrificado en aras del fortalecimiento del PAN, o más aún, para favorecer al PRI. Lo cierto es que la mayoría de los gobernantes no priistas actuales provienen del PAN o en donde este partido es hegemónico.

Lo anunciado el sábado por Alejandra Barrales (PRD) y Ricardo Anaya (PAN) en el sentido de que buscarán la creación de un frente amplio opositor ha desatado ya una intensa polémica sobre todo en el partido que más sacrificaría: el solaztequista. Porque es donde hay dos bloques plenamente identificados y cuyo choque es inminente: los del anti panismo histórico y quienes ven mayores ventajas en un bloque de izquierdas.    
 
ADIÓS AL ENEMIGO COMÚN
 
CUANDO se plantearon las alianzas “totales” en México tuvieron un objetivo común: derrotar al PRI, lograr las condiciones para la alternancia. Así sucedió cuando en 1991, el PAN y el PRD apoyaron la candidatura de Salvador Nava en San Luis Potosí. El doctor Nava fue el primer alcalde independiente en ganar una alcaldía en 1958, derrotando a unos de los caciques históricos, Gonzalo N. Santos.  
No había ninguna duda de su liderazgo civil, por lo cual fue normal que dos partidos surgidos de corrientes históricamente opuestas (PAN y PRD) hicieran en 1991 al doctor Nava como candidato común. Vinieron las elecciones, se reclamó fraude. El abanderado opositor al PRI realizó la “Marcha de la Dignidad”, que terminó con la renuncia de Fausto Zapata, a quien oficialmente habían entregado la gubernatura.
Es cierto que antes, en 1989, Ernesto Rufo Appel, de Acción Nacional, se había coinvertido en el primer gobernador surgido de la oposición al PRI. En un proceso en el que debe reconocerse una deuda con el movimiento del Frente Democrático Nacional, encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas y las izquierdas, surgido un años antes, en 1988.
En 1992, panistas y perredistas buscaron repetir la experiencia aliancista en Durango y Tamaulipas, fueron derrotados; otra vez lo intentaron en Coahuila en 1999, pero también derrotados. Una experiencia relativamente exitosa fue la de Nayarit, en 1999, cuando postularon al empresario priista Antonio Echeverría, de quien se puede decir que sólo utilizó a los dos partidos, a pesar de que en esa entidad la izquierda tenía una larga tradición de lucha; en Chiapas en agosto del 2000, aprovechando el impulso de la derrota del PRI en la Presidencia, perredistas y panistas encabezaron una alianza multipartidista y ganaron…con un candidato priista.
Eran tiempos en lo que no parecía haber ninguna duda que el objetivo principal era romper con el sistema de “partido casi único”. Cada uno de los dos grandes partidos opositores –el PAN en la derecha y el conservadurismo, el PRD en la izquierda y el progresismo-, aplicaron sus propias estrategias para tratar primero de ganar las alcaldías de las grandes ciudades y las gubernaturas.
 
LOS PERREDISTAS Y EL SACRIFICIO
EL PUNTO de quiebre de aquel sistema monolítico ocurrió en el 2000, cuando un sorprendente candidato de Acción Nacional, Vicente Fox, sin experiencia en la política ganó la Presidencia, a pesar de que fue el movimiento de Cuauhtémoc Cárdenas ya convertido en PRD el que había cimbrado las estructuras del viejo sistema. Con el triunfo de Fox se habló de un posible gobierno de coalición, a lo que Cárdenas se negó argumentando las diferencias de fondo entre las dos formaciones políticas.
Podría parecer que derrotado el PRI en la Presidencia no se hablaría más de alianzas estratégicas para enfrentar a antiguo partido hegemónico en las gubernaturas. Inclusive en un sector del PRD se comenzó a insistir en existía un pacto entre el tricolor y Acción Nacional para evitar cualquier avance de las izquierdas.
Un año después del triunfo de Fox, ya con el PAN en la Presidencia, el PRD se sumó a una coalición para llevar a un panista a la gubernatura de Yucatán, en 2001. También acudieron en alianza en Oaxaca y Chihuahua en el 2004, pero fueron superados por el PRI. El ejercicio “más exitoso” de coaliciones entre estos dos partidos quizá fue en el 2010, donde de cinco frentes antipriistas (o pan-perredistas) ganaron tres gubernaturas: Oaxaca, Sinaloa y Puebla, logrando el objetivo común de la alternancia. Sólo que en ninguno de los casos resultó benéfico para el PRD como partido. ¿Mejoró la situación de aquellas entidades?
Según trascendió en aquel 2010, la dirigencia tricolor se molestó porque supuestamente el PAN rompió un pacto al aprobar alianzas con el PRD en cinco estados y lograr una coalición triunfadora en tres de ellos: Oaxaca, Puebla y Sinaloa. Estas entidades dejaron de ser gobernados por un tricolor hasta entonces invencible.
Un nuevo intento de alianzas buscaron las cúpulas del PAN y PRD en el 2011 en el estratégico Estado de México. Se impuso el bloque antipanista, encabezado entonces por el todavía perredista López Obrador, y cada partido fue por su lado. En aquella ocasión –como ahora-, un eventual acuerdo se relacionaba estrechamente con la candidatura a la Presidencia. 
Los dirigentes formales panistas y perredistas presentan como otra etapa de alianzas exitosas las realizadas en el 2016. 
Al final, las alianzas del 2016 presentadas como “anti PRI”, pero ya con Morena en la competencia, lograron triunfos en Veracruz –con candidato panista-, en Durango –con candidato panista- y Quintana Roo –con candidato disidente del PRI. Aunque anunciaron que pondrían en práctica gobiernos de coalición, hasta la fecha no está muy claro qué significa para sus dirigencias.
AL MARGEN
EL BALANCE de las alianzas PAN-PRD resultan favorables en términos partidistas para el blanquiazul, porque le ha permitido crecer en los estados; podría argumentarse que el “fin superior” era la alternancia, con una derrota para el tricolor. Lo que sigue ahora es distinto porque con un tercero en la contienda –Morena-, el debate deberá centrarse en los proyectos de gobierno. Es lo deseable, aunque lo primero que veremos –y estamos viendo- es una lucha de grupos, corrientes e intereses electorales. (vmsamano@yahoo.com.mx)
 

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