Mentira política como arma retórica: Trump y Alito, el cinismo ya no es lo que era                       

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* Caso Trump: encarrerado en cabalgata de mentiras, avanza       

* Caso Alito: desmemorias, distracciones y presupuestos    

* Necesidad política, siglo XXI: ética en la arena pública

Víctor M. Sámano Labastida

LA MENTIRA en la política tiene varias modalidades: falsedad crasa, calumnias, medias verdades, datos fuera de contexto, especulaciones que pasan por hechos y un largo etcétera que incluye rumores y anticipaciones ‘narrativas’ a los hechos.

Si “en la política y el amor todo se vale”, como dice un refrán venerable, entonces no debe lamentarse el uso de la mentira en la arena pública. Si esto, en cambio, no nos parece aceptable, algo tiene que hacerse y proponerse desde espacios públicos. La mentira en sus diversas variantes no debe imponerse como marco narrativo y elemento retórico principal de las sociedades modernas.  

MENTIRA NORMALIZADA, RETÓRICA DE HOY

CABALGA Donald Trump entre mentiras, en la búsqueda de regresar a la Casa Blanca. Marca con ello precedentes peligrosos para la política del siglo XXI. Es el primer candidato presidencial sentenciado por una Corte (soborno, para ocultar un delito sexual, fue el cargo), mientras espera el desahogo de otro juicio por “delitos electorales y alentar la subversión ciudadana contra instituciones” (toma del Congreso, 6 de enero de 2020). ¿Tienen algún peso la verdad y la mentira en el caso Trump? Se sabrá al llegar las urnas de noviembre en el país que concentra lo peor y lo mejor en materia de derechos civiles y democracia.  

Trump, comenta la prensa afín a posturas conservadoras que atropellan la diversidad cultural, será otro en el poder. Se dice: “su estrategia es poner en evidencia los 81 años de edad del Presidente Biden y su incompetencia para la gestión pública”. Más allá de la debilidad de su contrincante, el ex presidente Trump con rol de candidato exagera y miente para ganar en las urnas. Y nadie se sorprende: “es la retórica de una campaña política, es normal”, plantean los analistas. Lo plantean incluso políticos de trayectoria, conocedores del funcionamiento gubernamental. “No hay que asombrarse”, y rematan: “es la política y su retórica”.

Tanta unanimidad es sospechosa. Hay que detenerse en esta ‘normalidad’ y ver si efectivamente resulta normal hasta el punto de lo inevitable. Es preocupante pensar que en el siglo XXI la política debe prescindir del factor ético que se mide por la relación entre palabras y hechos.

MENTIRAS Y ÉTICA SOCIAL

UNA PRIMERA impresión, en términos de ética social: es delicado lo que ocurre en diversos países al celebrarse contiendas electorales. Por el exceso retórico, por las consignas del marketing, por estrategias de ocultamiento, las distorsiones campean y la mentira engancha al ciudadano para retratarse en las urnas.  

A esta forma que se convierte en fondo, tenemos que oponer reflexiones de fondo y forma. No es verdad que todo es relativo. No es verdad que todo depende del cristal con que se miran las cosas. Hay verificaciones en los hechos que atrapan las mentiras de las palabras. La ética funciona con hechos que refrendan las palabras.

La verdad pública implica la verificación y correspondencia entre palabras y hechos. Ahí los medios tienen una responsabilidad permanente: distinguir entre relatos falseados y narrativas que se ciñen a los hechos.           

CASO ALITO MORENO, SABOR A PRI               

CASO RECIENTE de cinismo arropado en mentiras lo encarna el dirigente nacional del PRI, Alejandro Moreno. Después de tener su más baja votación de la historia en elecciones presidenciales (11%), en el PRI se esperaría un recambio urgente de liderazgo. No hubo tal y, en cambio, se sentaron las bases para la doble reelección del dirigente nacional, hasta 2032. Cambio de estatuto con clara dedicatoria al dirigente derrotado, que así se convierte en dirigente victorioso.

En la reciente asamblea nacional del PRI (7/7/2024) tres mil delegados seleccionados por su afinidad con Alito, desecharon una propuesta anti-reelección, que redactó Beatriz Paredes Rangel (aspirante presidencial por el PRI que se retiró de la contienda ante Xóchitl Gálvez del PAN, en el Frente Fuerza y Corazón) y todo quedó planchado para un negocio partidista de 12 mil millones de pesos. Por ley, los partidos nacionales recibirán anualmente mil 200 millones de pesos y en año de elecciones federales 800 millones de pilón. Si Alito se reelige, como dirigente de un PRI comatoso, ese recurso estará en el marco de su toma de decisiones. De ahí que varias voces priístas alertaran del “agandalle cínico” de Alito, que a su vez llamó cínicos a sus críticos, “pues no hicieron nada por el PRI cuando tuvieron en sus manos hacerlo”. En esta danza del poder con duelo de lodo verbal (se acusaron de todo: salió a relucir el asesinato de Colosio en 1994) quien pierde es el país. No existe un marco propositivo que pueda aportar el PRI a la discusión nacional. Hay comentaristas que auguran la pérdida de registro del PRI en 2027, elecciones federales, tal como el PRD lo perdió al no obtener el 3% de la votación.                      

¿Qué futuro le espera al otrora poderoso PRI, con Alejandro Moreno y su cabalgata de mentiras y cinismo? Compite con otros en ese terreno. Mientras tanto, la república necesita la reorientación ética en la política; veremos quién está a la altura.

(vmsamano@hotmail.com)

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