Morena, los relevos en la dirigencia nacional y su oportunidad de gobernar desde las bases

Escala Crítica/Diario Presente, Ventanasur, Horay20Noticias, Avance

*En 1983, López Obrador intentó una contraloría social partidista

*Luisa María Alcalde y la nueva generación, activismo de izquierda

*Construir un partido que acompañe y sancione la acción oficial

Víctor M. Sámano Labastida

EN LA AGENDA de Morena para los próximos meses podemos apreciar un desafío quizá mayor al que representó su llegada el poder en 2018, sin ignorar la hazaña que fue construir un movimiento político desde Tabasco y con fuerza electoral suficiente para ganarle las elecciones a dos partidos que se habían mantenido en el poder desde hacía más de medio siglo, el PRI y el PAN. Ahora le toca a Morena, como coalición gobernante, consolidar la política social de Andrés Manuel López Obrador, y al mismo tiempo asegurar la sustentabilidad económica y constituirse como opción partidista más allá de AMLO. Sobre todo asegurar su viabilidad política.

Recientemente se ha debatido en los medios de la capital del país el liderazgo nacional que deberá tener Morena en cuanto Mario Delgado deje el cargo para asumir la Secretaría de Educación que, según aprecio en las decisiones de la doctora Claudia Sheinbaum, será una dependencia encargada fundamentalmente de la Educación Básica, en tanto que las tareas de Educación Superior y de investigación le serán encargadas a la secretaría que encabezará Rosaura Ruiz, la de Ciencia Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación. El complemento fundamental en este sector será la Secretaría de Cultura, con Claudia Curiel de Icaza.

En otra ocasión me referiré a esta triada de educación-ciencia y cultura, que deberá tener su correspondencia en los estados.

OTRA GENERACIÓN

PERO, LE MENCIONABA, la inminente salida de Mario Delgado hizo pensar que su lugar lo ocuparía la actual secretaria general Citlalli Hernández, conforme a los estatutos y los usos y costumbres morenistas; sin embargo alzó la mano Luisa María Alcalde Luján, quien despacha como secretaria de Gobernación y antes fue secretaria del Trabajo. Esta joven de 36 años puede constituirse en el necesario relevo generacional –pero sobre todo de relevo ideológico y de mentalidad-, para la futura clase política gobernante.

De alguna manera, de confirmarse la llegada de Alcalde Luján a la jefatura de Morena, se podría interpretar como un acto de “justicia histórica”, no sólo porque fue la imagen juvenil en la fundación de Morena (desde la izquierda estudiantil), sino porque mucho antes participó en las brigadas contra el desafuero de López Obrador en la jefatura de gobierno del DF (2004-2005). Para entonces, Luisa María apenas contaba con 17 años de edad. Pero también procede de una familia muy vinculada a los movimientos de izquierda.

Su padre Arturo Alcalde, a quien tuve oportunidad de conocer en la segunda mitad de los años setenta, es un reconocido abogado laboral y se inició en los sindicatos independientes; su madre, Bertha Luján, no sólo proviene del activismo sindical en el Frente Auténtico del Trabajo (FAT), sino que cuando López Obrador dejó la dirigencia nacional de Morena, Luján Uranga era presidenta del Consejo Político del partido movimiento y aparecía como el relevo natural, sólo que se le atravesó ese extraño personaje de nombre Yeidckol Polevnsky, rompiéndose el protocolo institucional morenista apenas en formación. Como se informó en su momento, la resistencia de Polevnsky a permitir la sucesión metió a Morena en un lío que desembocó en la llegada de Mario Delgado. 

Ahora, junto al relevo nacional, Morena tendrá que atender los cambios en las dirigencias estatales, particularmente en Tabasco. Aunque estatutariamente el comité tabasqueño morenista –donde despacha como sustituto Joaquín Baños- tiene vigencia  hasta agosto del 2025, es posible (diría que necesario) adelantar las fechas para que Javier May tenga un acompañamiento partidista. Me parece que a nivel nacional y estatal no puede ser un relevo meramente formal, sino en el que Morena asuma realmente su función como partido-movimiento, con responsabilidades de gobierno…si quiere evitar un desgaste como el PRI y PAN, sólo que más acelerado.

UN PARTIDO VIGILANTE

VALE RECORDAR que el efímero paso de López Obrador por la dirigencia del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en Tabasco a principios de los ochenta y su intento por hacer de la estructura partidista y de la militancia un instrumento de contraloría social, mecanismo que bien podría revisar Morena para asegurar la buena marcha del gobierno nacional que encabezará Claudia Sheinbaum, pero sobre todo para los gobiernos estatales y municipales, que es donde suele infiltrarse la descomposición. Como les ha sucedido a otros partidos.

Cuenta López Obrador en su libro Tabasco, víctima del fraude electoral (1990): el partido (PRI) “era para mí un pacto de revolucionarios. Un partido que tenía que actuar siempre en beneficio de las clases más pobres de la sociedad” y ser “el principal agente modernizador de todo el sistema”.

Agrega: “Quise sustentar la vida del partido en los comités seccionales. Lo primero que hicimos fue respetar la voluntad de los militantes en cuanto a la elección democrática de sus dirigentes…”

La vieja clase política no sólo se rebeló porque ya no podía imponer dirigentes seccionales, sino sobre todo porque López Obrador otorgó “al pueblo organizado” la decisión de qué obras y servicios deberían realizarse. Refiere: “Sobre todo porque con la organización, la movilización y la vigilancia de las bases se estaban evitando desviaciones y actos de corrupción”. ¿Un partido o movimiento como instrumento de contraloría social?

Eso buscó AMLO hacer del PRI; un modelo ahora para Morena. (vmsamano@hotmail.com)

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